Mientras me cuentas, me quito los zapatos, los pantalones, ¡qué ganas tenía de llegar a casa! Sigues contándome lo de la mujer esa... Voy bajando mi cabeza, acurrucándome en tu hombro, mientras extiendo mi brazo izquierdo y me lo acaricias. Acaba la historia de la mujer ésa. Ahora me cuentas que has ido a la tienda y has podido cambiar aquel trasto... idea tuya, por eso te ha tocado ir a ti a devolverlo.
Se hace el silencio, me buscas la cara... Sí, lo siento, me he quedado durmiendo. Me encanta llegar a casa, que estés tu, y poder escucharte, abrazarte, sentirte y, por supuesto, quererte.
Y, mientras escribía esta historia, escuchaba la canción que me hiciste recordar... me gusta que a un chico le guste hablar de Sabina.
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