Al terminar, hablé con ella de la experiencia y me contó que su marido era profesor de mi antiguo instituto. Efectivamente, y por desgracia, acerté. Me dio muchísima impresión, porque era un profesor muy querido y murió de cáncer, igual que el director. Le dije que lo sentía, no pude decirle lo buena persona que era.
Me sorprendí de lo pequeña que es Murcia y me asusté de mi desafortunado acierto. Ahora me toca a mí vivir la otra parte. La parte en la que los médicos no te pueden decir una fecha, pero sí que no pueden darle mas quimio.
No quería escribir una entrada sobre esto, pero creo que no me voy a callar más. A mí me gustaría que me lo dijeran, aunque se me caiga una lagrimilla al recordar.
No habrá esperanza, pero siempre mantendremos vivo el espíritu.
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