El reflejo de la luz de una de la farolas se moría por colarse en nuestra habitación por el hueco que yo había dejado en las cortinas. Allí estábamos tu y yo, y la luz que se moría de envidia por sentirse besada como me lo ibas a hacer a mí.
Llegaba el momento, no lo hacías. La luz iba a ganar la batalla y estar toda la noche presente en la habitación. Cada vez la sentía brillar más, incluso con los ojos cerrados.
Pero me besaste, y la luz se resignó. La batalla era mía, allí solo estábamos tu y yo; ella intentaba entrar y robarte mis besos, pero esta vez la historia de amor lleva mi nombre.
1 comentario:
Ahora sabes que batallas hay que luchar.
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