
Asentí. Algo me imaginaba pero no estaba segura.
Empezaste a besarme, a tocarme. Te acariciaba mientras nuestros besos se perdían con el amanecer. Creo que pasaron algo más de diez minutos.
Para mí, se paraba el tiempo cada vez que separaba mis labios de los tuyos. Y cuando volvía a besarte, el reloj no movía sus agujas.
No existían mas relojes que tu y yo, juntos, bajo el amanecer.
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